Este poema está basado en una reflexión del Rab Itzjak Abraham Kuk, (1865-1935) y constituye una de sus máximas. En ellas, el Rab integra sus ideas acerca de la esencia humana con sus convicciones particulares en relación con un ideal de vida judía fundado en el sionismo. Esta integración constituyó, en su momento, una visión singular en relación al futuro del pueblo judío.

El Rab Kuk emigró a Israel –entonces Palestina - en 1904. Llegó a ser el primer gran rabino ashkenazi durante el Mandato Británico, al momento de crearse el cargo. El hecho de haberlo asumido revela por sí mismo su postura sionista por excelencia, plasmada dentro del ideario del Sionismo Religioso, del cual fue el creador.

Esta corriente fundó en su momento una nueva vertiente dentro del judaísmo ortodoxo, ya que presentó una visión que pretendió compatibilizar la idea sionista como propuesta de solución al problema judío con la vida religiosa de acuerdo a los preceptos de la Torá. Esta respuesta recuperaba la idea mesiánica de la salvación ligada a la llegada de todos los judíos a la Tierra de Israel como principio de la Redención y como requisito indispensable para su concreción.

El Rab Kuk orientó su caudal de conocimientos talmúdicos hacia un gran ideal de vida consagrada al cumplimiento de los mandatos de la Torá y al trabajo en la Tierra de Israel, una postura ideológica que atrajo a muchos seguidores y que se mantiene aún vigente.El texto del poema que aquí presentamos nos remite a la vela encendida dentro de cada uno y refiere a los ideales que nos sustentan, lo cual representa claramente a su autor.