

Análisis de la obra
Shifra Horn escribe sobre la realidad que vivieron los ciudadanos israelíes particularmente durante los períodos de Intifada, al estar expuestos a la violencia indiscriminada en la que podían verse envueltos en cualquier momento.
El título del cuento (y del libro) es engañoso y hasta podría calificarse de sarcástico, pues el “Himno a la alegría” será el telón de fondo de una situación de extremo sufrimiento y dolor.
Podemos dividir el cuento en dos grandes partes, precedidas por una breve introducción en la cual la narradora nos advierte que su vida fue trastocada por un evento grave.
En la primera parte, la protagonista avanza en su auto una fría y lluviosa mañana de domingo (día en que comienza la semana laboral en Israel), el 20 de enero de 2002, al igual que las decenas de personas que se apiñan en el autobús que viaja delante. La autora nos describe los más pequeños detalles de ese viaje: la radio encendida, los vidrios empañados, el juego de miradas que entabla con la niña que viaja en el asiento trasero del autobús. No es casualidad que la autora haya incluido en esta escena el “Himno a la alegría”, el cuarto movimiento de la Sinfonía nº 9 de Beethoven, una obra con una fuerza arrasadora. La protagonista que lo escucha en la radio señala al respecto: “Es el ruido más elevado que haya penetrado alguna vez el oído humano”.
En la segunda parte del cuento, de golpe llega la explosión, que es descripta como un trueno más en aquella mañana lluviosa. La autora no ahorra en detalles: el parabrisas dibujado con una fina y apretada telaraña, el fuerte viento que entró al auto, el humo, el olor a quemado, los gritos y alaridos. Y en ese caos que estalla después de unos segundos de silencio, el “Himno a la alegría” sigue sonando a través del parabrisas reventado.
“¿Estás bien? ¿Estás bien?”, le preguntan a la protagonista quienes se ocupan de atender a los heridos. A partir de estas preguntas comienza la minuciosa descripción de cómo es trasladada al hospital, revisada, atendida y enviada posteriormente a su casa “en estado de shock leve”, siguiendo el protocolo que se suele aplicar en Israel en estos casos.
Se percibe en el relato que la pregunta recurrente de “estás bien” le genera fastidio a la narradora. Se siente presa en el hospital, presa de la situación. A su alrededor se observa que todos obran con rapidez, pero para ella el tiempo pasa muy lento (“una eternidad... y otra eternidad…”). Esta lentitud contrasta con el relato minucioso de la primera parte: el tiempo que dura la luz verde de un semáforo – un par de minutos quizás - tiene casi la misma extensión que la crónica del atentado y sus consecuencias.
En el texto abundan las imágenes auditivas (la música de la radio, el estruendo de la explosión, etc.) y las visuales (la niña en el autobús, el humo…). Una potente imagen olfativa aparece en la segunda parte (un repugnante olor a humo).
Para describir los cuerpos de las victimas la autora utiliza una metáfora: “Más y más bolsas húmedas se aprietan unas contra otras sobre la calzada, en una fila derecha y precisa, como gavillas recién cosechadas en el campo…”. El contraste entre la vida de la cosecha del campo y la muerte del atentado le imprime un cariz de espanto aún mayor a la situación.
Hacia el final del cuento, la narradora atraviesa una sala de espera alborotada, en la cual describe una imagen de ojos inflamados en llanto -suponemos que de los familiares y amigos de las víctimas- y de sonidos de gemidos, plegarias y súplicas, que son absorbidos por el tamborileo de los pies de los pequeños que correteaban por allí, abandonados a su suerte.
La figura de la niña es relevante a lo largo de todo el cuento. Nos conecta con lo más vital lo más puro e inocente, que es destruido por el violento atentado, dato que se deduce del hecho de que la narradora la busca insistentemente… y no la encuentra.
Este relato es ficticio, no está basada en ningún testimonio de ninguna víctima de atentado. Sin embargo, todo lo que aquí se cuenta es verosímil y nos permite acercarnos a esta triste experiencia, para intentar comprender qué le pasa a quien la atravesó y quedó con vida para contarla.
@Shifra Horn
“Himno a la alegría”
