

Análisis de la obra
Para comprender este cuento es preciso conocer el contexto his- tórico en el que se desarrolla. Se conjugan aquí dos sucesos rele-vantes acontecidos en Israel el 7 de abril de 1977: por un lado, la re-nuncia del Primer Ministro Itzjak Rabin y de todo su gabinete; por el otro, el inolvidable triunfo del equipo Macabi Tel Aviv en la Semifinal Europea de Básquet al legendario equipo ruso CSKA (“Cheska”).
Rabin presentó su renuncia luego de que se descubriera una cuen-ta a nombre de su mujer en USA, cosa que estaba prohibida por la ley israelí (la cuenta tenía un saldo de apenas de unos cientos de dólares). A la renuncia de Rabin y su gabinete le siguieron las elec-ciones llevadas a cabo en mayo de ese año, con consecuencias ines-peradas: por primera vez ganaba una coalición encabezada por el partido Likud, con Menajem Beguin a la cabeza, que interrumpió veintinueve años de laborismo en el poder.
Los partidos de Macabi Tel Aviv se vivían habitualmente como suce-sos nacionales, mas el día del triunfo en aquel evento histórico, y pos-teriormente la obtención de la copa europea por parte de Israel, quedó grabado en la conciencia colectiva como el día en que David venció a Goliat. El país entero celebró eufórico de alegría, mientras en todos los medios resonaban las palabras de Tal Brody, el capitán del equipo: “Estamos en el mapa y nos quedamos en el mapa, no solo en el deporte sino en todo”. Estas palabras, cargadas de sentido na-cional patriótico, tenían sin dudas una intención reivindicatoria, una declaración de reafirmación de la existencia de Israel y de su posi-cionamiento en el mundo. La frase “Estamos en el mapa” pasó a la historia y trascendió el ámbito deportivo. Así, por ejemplo, años más tarde fue utilizada por Ariel Sharon como nombre de su campaña política en la que invitaba a la población a visitar los asentamientos de Cisjordania y Gaza.
Cabe destacar que la participación del equipo en la Copa euro-pea puso en evidencia una de las consecuencias políticas del estado de guerra en el que vive Israel: a pesar de estar ubicado en el con-tinente asiático, juega en los torneos europeos por no poder enfren-tarse deportivamente con los países hostiles vecinos. Y ante esta rea-lidad, toma mayor sentido aún la frase de Brody: la hostilidad de nuestros vecinos árabes no impedirá que estemos en el mapa en una competencia deportiva.
Analicemos ahora el cuento de Nitza Slonim. La autora comienza relatando una situación íntima: un papá baña y acuesta a su hijo pequeño. Luego describe una noticia que transmiten por la televisión, en la que está involucrado el Primer Ministro y todo su gabinete. Dori, el protagonista del cuento, preocupado porque no se despierte su hijo, mira las imágenes del noticiero sin sonido, por lo cual no entien-de qué información se está comunicando. Decide subir el volumen, pero aún así no alcanza a comprender que el primer ministro está presentando su renuncia. A continuación, el protagonista observa que algo inusual sucede en la calle: a pesar de que es tarde -es casi me-dianoche-, pasan autos tocando bocina, haciendo luces y saludando con cánticos y cintas amarillas, gente deambulando en grupos y veci-nos aún despiertos. Si bien la situación le llama la atención, tampoco parece entender qué es lo que ocurre a su alrededor.
Luego, la autora nos vuelve a introducir en la escena del padre que escucha llorar a su hijo y corre alarmado a calmarlo. Acto segui-do, nos hace regresar al plano nacional, presentado en el noticiero; esta vez el protagonista comienza a comprender que el Primer Minis- tro ya no es Primer Ministro, y se manifiesta sorprendido por no haber estado al tanto de la situación (“¿Dónde estuve cuando sucedieron todas estas cosas?”). El locutor concluye su reporte con la pregunta: ¿quién ganará y quién perderá?”. Este interrogante, si bien se refiere al cambio de gobierno, entre líneas podría asociarse al partido de básquet que en ese momento el equipo israelí libraba en Europa.
A continuación, la autora expresa una reflexión: alguna vez, los hombres le rezaban a la luna y al sol; adoraban a las estrellas y a los planetas, mientras nosotros teníamos solo a nuestro Dios, el Todopode-roso. Acaso nos esté anticipando la aseveración de que “¡Dios existe!“, y nosotros, el pueblo judío, lo sabíamos desde tiempos inmemoriales.
Acto seguido, nuevamente el relato nos ubica en el paisaje cerca-no de la ciudad, que aún está desbordante de alegría. Y esta vez, las escenas de la calle cobran sentido a la luz de las imágenes televisi-vas: Tal Brody esgrime la copa del triunfo, pronuncia la emblemática frase y tras él, un hincha vocifera: “¡Dios existe!” יש אלוהים . Esta expre-sión será pronunciada insistentemente cual mantra, “¡Dios existe!”, co-mo si solo por la providencia divina ese pequeño equipo de Tel Aviv hubiese podido ganarles a los gigantes rusos.
Finalmente, la autora nos vuelve a remitir a la escena hogareña, con el protagonista que recupera el “mantra nacional” para calmar a su bebé, como si le dijera: “No te preocupes, si Adonai nos ayudó
a lograr ese triunfo, seguramente nos ayudará para que todo esté bien”.
Este relato refleja cómo lo que pasa en la esfera pública influye en mayor o menor medida en lo que cada uno vive en su pequeño mun-do privado. Al parecer, el hito deportivo tapó la noticia política, que suponemos traerá consecuencias mucho más relevantes para la vida del país.
@Nitza Slonim
“¿Dónde está Dios?”
